lunes, 16 de marzo de 2015

Divididos por las pegatinas

Lento y silencioso. Así ha sido el avance de las pegatinas publicitarias en las calles de Madrid. Buzones, portales, tubos de gas, ventanas y hasta aceras se han ido llenado de este reclamo comercial del que Tony, uno de los cientos de cerrajeros que prestan servicio en la capital, se beneficia. En el escritorio donde despacha, justo detrás de la máquina que duplica las llaves, hay cuatro teléfonos. No dejan de sonar. “Ya le he dicho que el técnico está cerca, espere por favor”, le dice Tony a uno de los clientes. En una de las paredes de la cerrajería hay un mapa de la ciudad. Ocupa todo un muro. Pequeñas papeletas señalan los negocios y las casas en las que no hay que poner más adhesivos. La zona norte es la que acumula el mayor número de quejas.
 
Las instrucciones son claras. “Pones cinco pegatinas en las persianas metálicas de los negocios, tres en los buzones, dos en los garajes y una transparente en el cristal del portal”, explica este joven cerrajero al aprendiz de pegatinero. “Lo mejor es hacerlo por la noche o muy temprano”. De una taquilla coge un rollo de pegatinas con seis diseños diferentes. Pese a que llevan impresos números de teléfono distintos, todos redirigen la llamada a la misma centralita. “Nunca quitamos las de la competencia. Siempre buscamos espacio para las nuestras”, advierte Tony.
 
De acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid, las multas por poner pegatinas (o carteles etiquetas, proyecciones o similares) sin previa autorización oscilan entre los 750 y los 3.000 euros. En los últimos tres años, el Consistorio ha iniciado 297 expedientes por esta publicidad, colocada en las fachadas de edificios, pavimentos, muros, monumentos, obras públicas, elementos de mobiliario urbano y alumbrado. El 55% de ellas se abrieron durante este año. “La mayor dificultad es identificar a los responsables”, destaca una portavoz del Ayuntamiento.
Las multas llegan hasta los 3.000 euros por colocar los adhesivos
Por cinco horas de trabajo como pegatinero se pagan 20 euros o 180 euros por las calles incluidas en el triángulo que forman en el mapa la Avenida de América, la calle de Príncipe de Vergara y la M-30. “Hay dos hermanos que se hacen dos zonas como la tuya en menos de una semana”, presume Tony ante el aspirante. Ellos cobran 400 euros. Todo en negro.
 
La cerrajería es pequeña, no mide más de 15 metros cuadrados, pero da trabajo a cinco cerrajeros y a cuatro pegatineros. “La publicidad ha sido todo un éxito”. Hace un par de años, este joven recorría la ciudad colocando pegatinas, después aprendió el oficio de abrir puertas. Hoy es el encargado del negocio.
 
Detrás de esta “invasión” hay miles de cerrajeros irregulares, según el presidente de la Unión de Cerrajeros de Seguridad (UCES), David Ormaechea. “¿Sabéis los millones de euros que cuesta llenar Madrid de pegatinas? Es mucho dinero en publicidad. Una empresa que se gasta miles de euros para no poner su nombre algo oculta, mafias, precios abusivos, nula garantía”, destaca.
 
De acuerdo con estimaciones de UCES, en Madrid hay más de 600 cerrajeros. Cerca de un 50% son calificados como “piratas”, el resto está asociado a la UCES y cumple con ciertos requisitos: certificado de antecedentes penales, seguro de responsabilidad civil y están adheridos a una junta de arbitraje y consumo. Además, en sus anuncios se exhibe la razón social de la empresa y el número de registro como cerrajería de seguridad acreditada, destaca Ormaechea. “Nosotros nunca usamos pegatinas para anuncia nuestra cerrajería en Madrid”.
 
El Ayuntamiento ha abierto desde 2010 297 expedientes por estos anuncios